Y hoy, por fin, La Victoria de Cristo,
la de tu imagen, se ha hecho realidad.
¡SEÑORA¡
Antes, te vi como reina y Madre en
la Salud, como vida y dulzura en el Rosario,
de Esperanza nuestra, como madre,
en la Paz de tus hijos, suspirando,
queriendo y llorando
en tu Amargura, en el Valle de lágrimas,
te llamé Socorro, con misericordia,
en tu Dolor, y como Soledad, con
el fruto de tu vientre Jesús.
Te canté, clementísima, piadosa y dulce.
de alcanzar las promesas de tu Hijo
Nuestro Señor en los brazos de tus Angustias,
para que podamos seguir contemplando
tu Victoria, por ser la Madre de Jesús Resucitado.
Y, ahora, al encontrarme delante de tu bella imagen,
ya puedo decir:
¡Señora! ¡Te he visto!
¡Y como te veo, SEÑORA!
Tan bonita y radiante, como
flor perfumada en el jardín de mi Ayamonte.
Nacida con olores de la primavera
anunciada en mi pregón, salida de la maceta
divina que fuimos regando en los días
de nuestra Semana Mayor, con penitentes
fervores y entusiasmadas manifestaciones
religiosas, para gozar de la vida que
resucita al amanecer.
A partir de hoy, Tu, mi Señora,
dejará un olor muy especial en mi cuna,
Un perfume con salero de marismas
y del que sale de las flores que en este mes
de mayo nos ofrece la primavera.
De orillas de ríos, con una misma marea,
que del Guadalquivir llegaste en barco de sueños,
que en pleamar se hizo
y en bajamar quedaste,
para que el Guadiana, se hiciera,
refugio de amor.
En la Resurrección de tu Hijo, para
que en el Templo de Ayamonte
te quedaras como Victoria de Cristo.
VICTORIA es tu nombre...
También la de tus hijos...
¡SEÑORA! por fin, te veo...
¡SEÑORA! por fin, hoy, te he visto.
Manuel Guerrero Reyes
Pregonero Semana Santa de 1997
Texto Publicado en la Revista Oficial de Agrupación
Año 1998
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